Un amor sin barrotes

El cariño de extraños es fácil de apreciar en buenos momentos, sin embargo, el amor de una madre es uno de los pocos que florece en los momentos más áridos de la vida, como es estando en la cárcel, atestigua Artemio Vera, exdirector penitenciario.

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“Estuve varios años y me tocó vivir experiencias muy tristes y también que demuestran el amor inmenso de una madre, porque es la única que persiste en ir a visitar a sus hijos, la única que en días especiales
-Navidad, Año Nuevo- va con su matula en la mano a formar la fila a pesar de que muchas ya se encuentran viejitas, con algunos impedimentos físicos inclusive”, afirmó Vera que por años dirigió el Penal de Tacumbú y también es exdirector de Institutos Penales del Ministerio de Justicia.

“Realmente en la cárcel es donde se ve ese amor sublime de una madre a su hijo, hasta el último momento; porque incluso aquellos chicos incorregibles que le llamamos -que entran y salen y muchas veces, que mueren en el penal por enfermedad o ajusticiados-, la única que aparece para reclamar el cuerpo es la mamá. Eso demuestra que la mamá es la persona que más nos quiere, más nos mima y que cuando se le necesita, realmente está”, dijo a ABC Cardinal.

Vera destaca que ese amor es incondicional, ciego, desinteresado. “Las cárceles son los lugares donde tal vez más se sufre y donde las madres demuestran su valor, su amor por el hijo, porque para todas las madres no hay hijo malo”, remarcó.

“Recuerdo el caso de dos hermanos que son muy vecinos en barrio Obrero, que tenían una mamá ya muy viejita -por lo visto les tuvo a ellos ya con cierta edad- y todos los días de la semana, no solamente de visita, persistía para verles a sus hijos. Por lo menos una hora quería abrazarles y después supe, porque le encontré a uno de los hermanos (...), que su mamá había fallecido”, comentó entre uno de tantos casos que ilustran el amor materno.

“Ella no quería que sus hijos coman del tacho. Todos los días les llevaba un poquito de alimento -pese a que no era una persona adinerada-, todos los días les llevaba la comida y se le permitía, porque te dabas cuenta de la alegría inmensa que sentía cuando veía a sus hijos, que eran terribles, porque tenían varios antecedentes a cuestas”, agregó sobre la anécdota.

Según el exdirector penitenciario, los motivos de los hijos para perder el rumbo son diversos, pero por lo general están ligados a las drogas, a los propios antecedentes del padre o familiares o una situación socio-económica adversa.

Sin embargo, uno de los aspectos que cree hay que priorizar para ahorrar este tipo de quebrantos a más madres paraguayas es la lucha contra las drogas. “Es un problema de salud pública muy serio que se tiene que tomar con más ahínco”, exhortó.

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