Elvio Romero

Cuando parece que todo anda mal, que la moral del país anda por el suelo ante tanta corrupción, es bueno posar la vista en los ejemplos que nos guíen en estos momentos tormentosos. Hay muchos modelos, sin duda. Hoy elegí a Elvio Romero, el más universal de los poetas paraguayos.

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Nació en Yegros en 1926 y falleció en Buenos Aires el 19 de mayo de 2004. Vio el derrumbe de la dictadura y recibió en su tierra, que tanto amó, el homenaje en vida de sus compatriotas. En 1991 inauguró el Premio Nacional de Literatura. Fue el reconocimiento público a su vasta obra que enriqueció la poesía en lengua castellana.

Como muchos otros intelectuales, Elvio adhirió al Partido Comunista. Con apenas 21 años, y como efecto de la revolución de 1947, llegó a Buenos Aires luego de una travesía penosa por el Chaco. Esta revolución, al decir de Elvio, alteró la vida de la ciudadanía en general. “Y, por supuesto, la de los escritores también. Nadie escapó al embate feroz de los sucesos. Cada cual tomó el rumbo que correspondía a su vocación, a su ideología y a su temperamento”.

Estos sucesos del 47 inspiraron el primer libro del poeta, “Días roturados”. Gran parte de estos poemas se perdieron “en el curso del éxodo por el Chaco, cuando el fracaso selló los acontecimientos”. A instancias de Hérib Campos Cervera, Elvio reconstruyó su trabajo, pero la pérdida de los originales le dejó en una honda desolación “como aquel que pierde, dice, su primer amor”.

En un diálogo con Alfredo Seiferheld, “en su pequeño departamento de la calle Loria Nº 148”, Elvio recordó su niñez: 

“Qué puedo decir yo de mi infancia que ya no lo haya sugerido en mis poemas (…) Mi niñez transcurrió en Yegros, en Encarnación, en Ñu Porá –ya había algo de trashumancia por lo visto– y abarca una mitad de mi corazón; la otra mitad está llena de amores, padecimientos, luchas, desconciertos y alaridos, pero que no han menguado la irradiación de aquellos años. Los trenes que avanzaban en lontananza, las aguas del Pirapó misterioso, la calesita de mi padre, su carpintería ardiente y fragante, el cuaderno de versos de mi madre, las leyendas de cuatreros y pomberos que sacudían nuestros sueños, las estrellas que bajaban para ser palpadas en los veranos de fuego, las muchachas que en mi niñez tenían ojos inolvidables y besos escondidos, los jinetes de las sortijas, el humor finísimo de mi abuela, las historias de un tío que de vez en cuando llegaba de las fronteras; de todo ese calidoscopio de espejismos acumulados está hecha mi poesía y acaso mi vida”.

Para la presentación de su libro “Nazismo y fascismo en el Paraguay”, Alfredo Seiferheld gestionó ante las autoridades del ministerio del Interior el permiso para que Elvio entrase al país. Luego de muchas e insistentes gestiones, al fin se le permitió al laureado poeta regresar por algunas horas al Paraguay. Si mal no recuerdo, fue en 1986. El acto fue en el Centro Cultural “Juan de Salazar”, de la Embajada de España, entonces el único sitio de libertad para la ciudadanía democrática. Más que un acontecimiento cultural, fue un acto cívico formidable la presentación del libro. Para entrar, el público debió sortear las barreras policiales instaladas como una expresión de la dictadura contra la ciudadanía que ansiaba la democracia, en esos momentos representada por un poeta.

Elvio viajó mucho y fue amigo de algunos de los intelectuales más importantes. Pronto su poesía ocupó un amplio espacio en la admiración del público y de sus colegas.

Elvio se declaró poeta de circunstancias “porque la ocasión, dijo, debe ofrecer el motivo y el estímulo”. Decía escribir siempre “al calor de sucesos inmediatos” que le tocan, sean íntimos o de otra índole. “No brota en mi la poesía, confiesa, como un proceso de elaboración mental; necesito del soplo de las circunstancias externas que conmuevan mi vida o mi emoción”.

Y fueron muchas las circunstancias que conmovieron su vida y la de sus compatriotas. En todas ellas brilló su dignidad y patriotismo. Es un brillo que se alza en medio de tanta indecencia que nos rodea.

alcibiades@abc.com.py

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